lunes, 20 de abril de 2015

Sociología de la serie "El Ministerio del tiempo"

Por E.V.Pita (2015)

http://evpitacomic.blogspot.com/2015/04/sociologia-de-la-serie-el-ministerio.html


Sociología de la serie "El Ministerio del tiempo"

Sinopsis La serie "El Ministerio del Tiempo", producida por TVE, ha sido uno de los éxitos de la temporada televisiva. La sinopsis es sencilla: un ministerio secreto se encarga de viajar al pasado para velar por el mantenimiento de la Historia, ya sea en la época de los romanos o el Siglo de Oro. Los tres protagonistas (un espadachín parecido a Alatriste, la primera universitaria del siglo XIX y un sanitario del Samur) deben rescatar a Lope de Vega o al Lazarillo de Tormes, o al Empecinado, o evitar que España entre en la Segunda Guerra Mundial. Algunos columnistas han criticado este argumento porque a ellos les gustaría cambiar parte de la Historia, que si bien tiene siglos épicos también tiene otros que reflejan atraso y miseria. Y tiene su lógica porque, ya que uno puede viajar al pasado, por qué no convencer al rey Fernando VII para que no viaje a Bayona y caiga en la trampa que le ha tendido Napoleón para invadir España. De esa forma, se evitaría la terrible Guerra de la Independencia, por ejemplo. Salvar al Empecinado solo sería una anécdota comparado con evitar la gran conflagración.


Puesta en escena La puesta en escena es bastante floja, con puertas-pasarela de poca monta, nada que ver ni con la cabina de teléfono del Dr. Who o con la espectacular irrupción en el pasado del robot Terminator, por ejemplo.Ni tiene la intriga ni desasosiego del escenario de la película de unos físicos que descubren en su laboratorio de garaje cómo ir al futuro y camuflan el aparato en un contenedor para viajar al futuro, ver los resultados de la Bolsa y forrarse.  Pero pasan el día cometiendo errores de cálculo y cruzándose con sus dobles. O la mítica película Regreso al Futuro, donde el viaje se hace en un coche deportivo último modelo de los años 80 que funciona con basura como combustible. 

Otro de los fallos de la serie es que los burócratas del ministerio nunca explican cómo han conseguido esa increíble tecnología para viajar al pasado. Los funcionarios podrían autofinanciarse desenterrando los botines de los piratas del siglo XVII y XVIII. No le dan verosimilitud a la historia. El espectador se sienta y acepta la complicidad sin rechistar. Los guionistas no aportan una teoría más o menos plausible de cómo es posible viajar al pasado y volver, nos muestran una escalera de caracol que supuestamente conduce a las misteriosas puertas mágicas. 

Física de los viajes en el tiempo
No hay teoría física por ningún lado, algo que cualquier escritor de ciencia-ficción con un mínimo de sonrojo debe incluir en sus historias.Y en caso de que los protagonistas pudieran hacer esos viajes, la realidad teórica viene a decir que no podrían interferir en ningún hecho histórico ni mucho menos hablar por teléfono móvil con el presente ni tener una charla o tocar a ningún personaje histórico porque lo único que observarían sería el rastro de luz que hace siglos dejaron esos personajes históricos como si estuviese ante figuras holográficas. Veríamos el mismo fenómeno que cuando miramos a las estrellas que brillan en el cielo y vemos el aspecto que tenían hace miles o millones de años. Así, si una lejana civilización alienígena enfocase su telescopio hacia la Tierra vería su aspecto no cómo es ahora sino cómo era en el Jurásico, repleto de dinosaurios, o, si estuviese más cerca, vería desfilar a las legiones romanas.

El viaje al pasado solo valdría para que un grupo de observadores del presente pudiese seguir los pasos de Colón y presenciar su travesía por el Océano o para descubrir de dónde sacó los mapas para viajar a América pero sería imposible hablar con él porque los viajeros del pasado solo observarían la imagen de Colon en el pasado y lo que hizo cada día como si lo estuviesen viendo en la tele  sin poder interactuar con él.

Por tanto, sería imposible traer visitantes como Alatriste del pasado al presente, sencillamente, porque no podríamos hablar con "imágenes del pasado" que es lo que nos encontraríamos en uno de estos viajes. Los protagonistas como Alatriste no podrían pasearse en moto por la Gran Vía ni despotricar contra la sociedad actual, sencillamente porque solo veríamos sus halos de luz, las sombras del pasado, con las que sería imposible interactuar (a no ser que encontrásemos la forma de viajar más rápido que la luz, porque entonces sí se podrían enviar mensajes del presente al pasado, supongo). Y tampoco se podría perder un iPhone en una cueva de tesoros robados del siglo XVII jamás abierta antes.

Es decir, la serie es completamente fantasiosa y ni se molesta en dar una explicación teórica de esos misteriosos viajes. Por no haber, el ministerio del tiempo no tiene de un laboratorio técnico ni de aparatos electrónicos para generar esa increíble energía que requiere cambiar de época. Por ejemplo, en Regreso al Futuro o en las obras del siglo XIX, los vehículos tenían un "cuentakilómetros" para señalar la época a la que se va. Parece más una opereta en la que los actores se visten de romanos o de mosqueteros y entran en una obra de teatro ambientada en una época distinta cada día.

Incluso podrían haber recurrido a la teoría del "multiverso" o universos paralelos donde la Historia habría desembocado en otros derroteros alternativos con una Europa del siglo XXI gobernada por la Inquisición, por ejemplo, después de que Felipe II conquistase Inglaterra con su Armada Invencible.


Argumento sin justificación científicaAl pasar por alto las cuestiones técnicas del argumento, la serie se convierte en "premoderna" (la podría haber escrito un contemporáneo de Lope de Vega o de Galdós y nadie notaría la diferencia). No está encuadrada dentro de lo que hoy llamaría postmodernismo del siglo XXI, que combina literatura con ciencia, y exige dar una explicación científica de aquello sobre lo que trata el argumento (un ejemplo es la serie CSI, donde cada paso de la investigación es científicamente examinado y desarrollado por los detectives y el espectador obtiene aclaraciones a todos los misterios que surgen). Por ejemplo, " Perdidos" fracasó (al menos, argumentalmente) porque fue incapaz de explicar con un mínimo de coherencia qué era lo que le había pasado a los pasajeros del avión (supongo que eran fantasmas).  Incluso la película más fantasiosa de zombis tiene que justificar de alguna manera la presencia de estos muertos vivientas, por lo que los guionistas suelen sacarse de la manga algún virus. Incluso Matrix o Tron tuvieron que montarse una teoría sobre cómo la Humanidad podría entrar como "bits" en una computadora. O El Planeta de los Simios tuvo que justificar su origen con los experimentos sobre inteligencia a primates. Alguien podría replicar que Juego de Tronos es un típico producto del siglo XXI y no habla ni un solo minuto de ciencia pero, al menos, sus argumentos siguen un hilo de intrigas políticas muy estudiadas, parece casi un curso de Ciencia Política.

La invariabilidad de la Historia Desde el punto de vista social, llama la atención que exista un ministerio dedicado a mantener invariable la historia, lo que es cuando menos preocupante. Todo el mundo, si pudiese viajar al pasado e interactuar, caería en la tentación de hacer un par de arreglos "a su modo".  Posiblemente, habría turistas que irían sobrecogidos a presenciar el asesinato de Julio César en el senado o ver el final de Creopatra "en directo". Pero si los turistas del tiempo tuviesen relación con las personas de ese tiempo pronto se dedicarían a resolver desaguisados e injusticias en cada viaje para mejorar el mundo. Es un poco lo que les pasa a los personajes del Ministerio del Tiempo, que echan un cable a los desventurados. Es posible que si un turista del tiempo entra en una taberna de Inglaterra de 1912 y oyen hablar a unos clientes de que van a embarcar en el Titanic les dejarían caer a esos desdichados que no sería buena idea que zarpasen. O buscarían algún modo de avisar al médico Servet o a Juana de Arco para que se librasen de la hoguera, le mandarían un escrito anónimo a Julio César para que no fuese al Senado en los idus de marzo (en todo caso, ya lo avisaron su mujer y amigos y no hizo caso), o convencerían a Felipe II para que retrasase la partida de su Armada Invencible, o amarían otros "patinazos" de la historia. 
 Es decir, la Historia es manifiestamente mejorable y tener la misión de conservarla sin alterar nada iba a ser bastante duro para los viajeros del pasado. ¿Por qué mantener en el poder al absolutista Fernando VII y no transferir millones de reales a las Cortes de Cádiz en 1812 para que aupasen a un liberal e impulsasen la industrialización y el progreso? ¿Por qué no ayudar a unos más que otros si eso iba a conllevar una reducción de la miseria y un bienestar general? Es cierto que invalidaría el principio de no intervención (salvar a alguien podría suponer que su hijo liquidase a tu tatarabuelo en una guerra posterior, con lo que se crearía una paradoja temporal)
Es decir, la interferencia de viajeros progresistas en el pasado habría fomentado la riqueza y las mejoras de las condiciones de vida de nuestros tataratabuelos. ¿Quien se negaría a echar una mano? ¿No le soplaría a los marinos de Trafalgar de que era mala idea poner la flota en línea no fuera a ser que a Nelson se le ocurriese atravesarla por sorpresa?

La idea de no cambiar el pasado no encaja con la visión humana de la historia. Habría que estar muy contento de cómo han ido las cosas para no querer cambiar nada. Por ejemplo, supongamos que usted viaja al año 2007 y sabe que va a estallar una Gran Recesión en el que muchos millones de personas quedarán en el paro y caerán en la pobreza. ¿No avisaría a la gente para que no se endeudase ni se hipotecase y de que ahorrasen todo lo posible? Supongamos que el Ministerio le dice que no cambie nada. 

La paradoja del destino La otra lectura es la cuestión filosófica del destino, que da un giro más entorno a la orden de no interferir en el pasado. Supongamos que un turista del tiempo viaja a la Roma antigua y le ruega a Julio César que ese día no vaya al Senado. César le hace caso y viaja a Pompeya pero, de camino, se rompe una rueda del carro y muere en el accidente como estaba escrito en su sino. Eso sería la filosofía del destino, que hagamos lo que hagamos, nuestro destino está sellado, un pensamiento que incluso ha dado para crear religiones. Nuevamente, la idea del destino supone un inmovilismo social porque paraliza la acción histórica dado que parte del hecho de que el individuo nada puede hacer por cambiar las cosas, que ya están escritas de antemano. Una idea que vino de perlas a los señores feudales durante la Edad Media, donde todo estaba preestablecido y nadie podía mejorar su posición social desde la cuna.

En el Ministerio del Tiempo, se preocupan mucho de que no cambie la Historia por muy injusta que sea. Se aseguran de que el destino se cumpla a rajatabla porque así ha sido escrito (en los libros del futuro, que generalmente no saben qué pasó exactamente o escriben sobre hechos distorsionados o escritos por cronistas al servicio de los vencedores). Por eso, la historia que el Ministerio del Tiempo protege es aquella que aparece en los libros escritos por cronistas que, a lo mejor, ni siquiera fueron testigos de los hechos, o los distorsionaron o escribieron la versión que más favorecía a los poderosos de turno. Piensese que Tácito habla de emperadores romanos que llevan 80 años muertos o más y que se basa en fuentes que ya no están. Es decir, que el Ministerio protegería la historia oficial y a veces inventada por los cronistas. 

Las alternativas
Pero ¿ qué otras opciones podrían haber tenido los guionistas de la serie El Ministerio del Tiempo?
Repasemos las distintas teorías sociológicas sobre la evolución de la Historia, La más conocida es la de Hegel, que viene a decir que la historia evoluciona hacia el progreso, desde una época infantil (la Antigüedad) a otra de gran desarrollo (el siglo XIX industrial). Los economistas posteriores ampliaron la idea hasta proponer que la historia evoluciona hasta que esté completa (y haya justicia social). Sería el materialismo histórico que generó varias ideologías que quisieron modificar "artificialmente" la línea de la historia. Finalmente, Francis Fukuyama propuso el Fin de la Historia, en la que la idea hegeliana del progreso de la historia estaba completo porque había culminado con el triunfo del liberalismo y el libre mercado. Es decir, a partir de 1989 vivimos en el mejor de los mundos posibles. Desde ese punto de vista, cualquier cambio en el pasado, por mucha intención noble que tuviese, nunca supondría una ventaja para los habitantes del siglo XXI, ya que ya viven de la mejor manera posible.

Historia dos pasos adelante y uno atrás
Ante esta idea lineal de progreso se opone otra tendencia que señala que la historia no es lineal ni circular (los eternos ciclos, como la primavera-verano-invierno) sino que da dos pasos adelante y uno atrás. El mejor ejemplo es la caída de Roma, cuando la tecnología de la Antigüedad tocó techo y se hundió en las tinieblas de la Edad Media. Fue un paso atrás tecnológico que duró mil años hasta que el Renacimiento y los físicos del siglo XVII lanzaron un nuevo proyecto progresista y moderno. Es decir, que la historia va dando bandazos con adelantos y retrocesos tecnológicos y sociales, el progreso que conocemos desde el siglo XIX no es algo eterno, quizás en el 2200 haya algún colapso energético, quién sabe, y tarden mil años en dar un nuevo salto tecnológico y avanzar. Esa idea de la historia lineal está superada. Un ejemplo: los estados del Bienestar parecían el mayor avance social creado pero, a fines del siglo XX, hubo una involución y se desmanteló. Para algunos, el siglo XXI, con su globalización y su libre mercado, es un "revival" del siglo XIX famoso por su desigualdad mientras que otros autores ya reconocen síntomas de un "neofeudalismo", que ese sí que sería el gran salto al pasado y todos nos íbamos a convertir en infortunados "pasajeros al pasado".

Organización burocrática weberiana
Fue Weber el primero que estudió las organizaciones burocráticas, modelo en el que encaja el Ministerio del Tiempo. En el siglo XXI proliferan las organizaciones descentralizadas que funcionan con células separadas. El Ministerio del Tiempo sería todo lo contrario, una organización altamente centralizada y jerarquizada que incrementa su tamaño y su peso burocrático. No obstante, sus contrataciones son a dedo y sus empleados fijos son reclutados sin pasar una oposición. Serían una especie de interinos. Como toda organización burocrática, es una "jaula de hierro", donde todas las órdenes han de pasar y ser filtradas por una cadena de mando.

Evolución de la serie Tras estos razonamientos, la pregunta que surge es hacia dónde va a evolucionar la serie El Ministerio del Tiempo. Si trata de conservar la línea del pasado es porque eso es clave para el presente y el futuro. Si la evolución de la historia se pudiese representar en una gráfica, veríamos una línea progresiva ascendente (al menos, en términos de producción industrial y población). Pero también habría un "bache" en la Edad Media, con un bajón de población, economía y cultura. Por ejemplo, en el 2007, habría otro "bache" por el tema de la crisis. Si el Ministerio del Tiempo trata de mantener a toda costa esa línea temporal, estaría permitiendo que la historia rompiese su trayectoria de crecimiento económico para adentrarse en una senda más chunga, con estancamiento o bajo crecimiento, Sus aventureros del tiempo deberían estar más preocupados en enderezar el "agujero" del 2007 y 2008 que en intentar salvar a Lope de Vega. 

Pero es esto lo que el Ministerio del Tiempo ordena, que el turista del pasado no pueda alterar la historia y mejorarla. Y eso va contra el espíritu humano que busca el progreso y el bienestar, y tiene la libertad para mejorar el mundo.

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