En preparación
1944. LA BOMBA
Género: Distopía / Thriller catastrofista
Género: Distopía / Thriller catastrofista
Autor: E.V.P. (2009-2013)
Texto original y actualizado en:
http://evpitabooks.blogspot.com/2013/09/1944-la-bomba-serie-microrrelatos-de-la.html
Este microrrelato de ficción forma parte de la serie "Historia del Mundo" (E.V.P.)
Género: Bélico / Universo paralelo / Distopía / Catástrofes
Aviso al lector:
este microrrelato es un thriller de ficción. Hace una
recreación literaria de lo que hubiese pasado si Alemania hubiese
conseguido antes la bomba atómica que Estados Unidos en 1944, cuando la
Segunda Guerra Mundial aún no estaba decidida. Los hechos históricos son
que Hitler se suicidó en su bunker en 1945 y Alemania se rindió
incondicionalmente y Estados Unidos derrotó a Japón meses después con el
lanzamiento de dos bombas atómicas.
Presentación de la trama:
La trama ha sido ambientada en un hipotético año 1973, 29 años después de la (imaginaria) victoria del III Reich en la Segunda Guerra Mundial y la dramática destrucción por un hongo nuclear de las ciudades soviéticas de Stalingrado y Moscú (lo que nunca ocurrió en la realidad). Ahora, la zona entre el Báltico y el Mar Negro son áreas prohibidas por su elevada radiactividad y lluvia ácida que arruina las cosechas. Estos territorios "especiales" están poblados por "mutantes" que ayudan a la Resistencia contra el régimen totalitario del fürher Hitler, de 90 años de edad y presidente honorario de la Europa ocupada por sus tropas equipadas con trajes antirradiación. Desde 1944, Europa está dividida en dos por un muro levantado al Este de Berlín, que protege a Occidente de los vientos de cenizas ácidas y los elevados índices radiactivos y como cordón de seguridad por las frecuentes averías que se producen a lo largo de un anillo de 82 centrales nucleares construidas por miles de prisioneros de guerra soviéticos. La mayoría de estas plantas están ubicadas en las orillas del río Volga, así como en Polonia y Ucrania. Ese anillo de reactores nucleares, creado en los años 50 y 60, suministra energía barata a las fábricas de la zona económica del III Reich. Mínorías étnicas, criminales, prisioneros de guerra y opositores políticos son forzados a trabajar en peligrosas condiciones en las minas de uranio y plutonio requisadas al derrotado Soviet. Cuando un "mutante" es detectado por las autoridades, es calificado como "Ciudadano Nivel Z" y deportado a un centro de retención preventiva donde recibe un tratamiento adecuado a su caso el resto de su vida aunque, que se sepa, nadie ha salido de allí. Al igual que en tiempos de la guerra, se oyen rumores...
Presentación de la trama:
La trama ha sido ambientada en un hipotético año 1973, 29 años después de la (imaginaria) victoria del III Reich en la Segunda Guerra Mundial y la dramática destrucción por un hongo nuclear de las ciudades soviéticas de Stalingrado y Moscú (lo que nunca ocurrió en la realidad). Ahora, la zona entre el Báltico y el Mar Negro son áreas prohibidas por su elevada radiactividad y lluvia ácida que arruina las cosechas. Estos territorios "especiales" están poblados por "mutantes" que ayudan a la Resistencia contra el régimen totalitario del fürher Hitler, de 90 años de edad y presidente honorario de la Europa ocupada por sus tropas equipadas con trajes antirradiación. Desde 1944, Europa está dividida en dos por un muro levantado al Este de Berlín, que protege a Occidente de los vientos de cenizas ácidas y los elevados índices radiactivos y como cordón de seguridad por las frecuentes averías que se producen a lo largo de un anillo de 82 centrales nucleares construidas por miles de prisioneros de guerra soviéticos. La mayoría de estas plantas están ubicadas en las orillas del río Volga, así como en Polonia y Ucrania. Ese anillo de reactores nucleares, creado en los años 50 y 60, suministra energía barata a las fábricas de la zona económica del III Reich. Mínorías étnicas, criminales, prisioneros de guerra y opositores políticos son forzados a trabajar en peligrosas condiciones en las minas de uranio y plutonio requisadas al derrotado Soviet. Cuando un "mutante" es detectado por las autoridades, es calificado como "Ciudadano Nivel Z" y deportado a un centro de retención preventiva donde recibe un tratamiento adecuado a su caso el resto de su vida aunque, que se sepa, nadie ha salido de allí. Al igual que en tiempos de la guerra, se oyen rumores...
Autor: E.V.P. (2009)
El texto original está en:
1944, LA BOMBA.
Año 1973. Berlín. Natasha Bauer corre cargada de libros por las escaleras del Metro y consigue entrar a tiempo. Ni siquiera le da tiempo a mirar de soslayo los grandes carteles que anuncian la conmemoración del Triunfo. La capital de Europa está llena de banderines y carteles publicitarios y ya ha quedado con sus amigas de último curso del bachillerato para ir a ver los fuegos artificiales junto a la puerta de Brandemburgo. Se espera que acudan entre dos y tres millones de espectadores. Una vez en el Metro, se cruza con un ejecutivo que lee en un diario económico los problemas que han surgido en Oriente Medio a causa del alza en el precio del petróleo. De repente, le saluda una compañera, Eleanor Haus, que se prepara para estudiar una ingeniería. Suele pasar horas en la Biblioteca estudiando voluminosos libros de física y antepone su vocación a los guateques donde ponen música para bailar de un grupo inglés llamado The Beatles, aunque ha oído que tienen mala fama.
-¿Qué haces fuera de clase? ¿No estás organizando tu fiesta de cumpleaños?- le pregunta Eleanor.
-De eso ya se encarga mi hermana Milly. Hoy es el día que me toca hacer la revisión médica, ya sabes, dos días antes de cumplir los 18 años.
-¿Crees que te encontrarán algo?
-¿Me ves antenas en la cara? ¿Me has visto siete dedos en el pie? ¿Tengo algún cuerno de rinoceronte que sobresalga en mi frente o diez tentáculos ocultos?
Las dos se echan a reír. Han oído mil y un rumores sobre esos análisis que todo ciudadano debe hacerse dos días antes de cumplir los 18 años. Tu regalo es un amplio informe sanitario donde te declaran apto para el trabajo y te brinda el acceso a la Universidad.
-Es bueno porque te pueden detectar enfermedades latentes. Una chica de mi barrio le pasó eso y la llevaron a un hospital para hacerle unas pruebas carísimas.
-Ya sé quién es. Ruth, se llamaba Ruth. ¿Qué habrá sido de ella?
-Seguramente se habrá ido a la Universidad, creo que sus padres se mudaron de barrio hace tiempo. Ya no veo a su hermano Tod, aquel que iba a trabajar en el taller de Rod.
Natasha se fija en el libro que lleva Eleanor en su mano, titulado "Die Bomb".
-¿También os mandan estudiar en Ingeniería lo de la Bomba?
-Es una crónica muy interesante. El autor, un columnista del diario Die Zeitung Berlin, cuenta cómo nuestros gobernantes inventaron la Bomba y ganaron la guerra, ya sabes, lo que hemos recitado en la escuela. Imagínate qué hubiera pasado si ganan los otros. Y todo empezó tras un atropello. ¿A qué no sabías eso?
-¿Qué me dices? ¿Qué tiene que ver un atropello con la Bomba?
-Pues muy fácil.En 1933, el prestigioso físico italiano Renato Verona cruza un semáforo en rojo cuando camina con un maletín con documentación confidencial hacia la Cancillería de Berlín y es atropellado accidentalmente por un camión. Los periódicos dan noticia de su fallecimiento y comentan que se trataba de un científico que trabajaba en la estructura atómica de la materia. Era la máxima autoridad. Toda la comunidad lamenta su muerte. Científicos de la talla de Bohr, Einsten o Heiselberg asisten conmocionados al funeral de su eminente colega en Italia. Para Estados Unidos e Inglaterra, supone un alivio que el avance científico en materia atómica se halla detenido en Italia y Alemania, países gobernados por regímenes totalitarios y que se rearman a gran velocidad.
Pero
los agentes encargados de dar con la carpeta de Verona no han
encontrado ni rastro del contenido. ¿Qué papeles iba a entregar con
tanta prisa el científico? ¿Habían llegado sus avances hasta el punto de
haber descubierto la secuencia de explosiones en cadena de los
inestables plutonio y uranio 238? ¿Conocía ya cómo enriquecer el uranio?
Einstein insta al presidente Roosvelt a acelerar las investigaciones
para estudiar las reaciones en cadena de los elementos inestables, un
eufemismo que esconde la verdadera palabra. En un intento desesperado
Niels Böhr, uno de los padres de la estructura atómica, concierta una
cita en Copenhague, ocupada por los alemanes, con Heisenberg, el padre
de la mecánica cuántica. Böhr intenta convencer a los físicos alemanes
de que desistan de su intento de desarrollar el arma de destrucción
definitiva porque caería en poder de un loco. La reunión fue detectada
por la Gestapo y Heinsenberg y todos los físicos que estuvieron en
Copenhague son "apartados" del proyecto.
En
los años siguientes, y a medida que avanza la guerra, los espías
británicos observan con preocupación la construcción de un silo en la
Noruega ocupada por los nazis. Parece una especie de reactor de agua y,
tras leer el informe, Einstein y Fermi lo confirman: “La tienen”.
Estados Unidos comienza la rápida construcción en Nuevo México de un
reactor nuclear pero Openheimer advierte que no la tendrán lista hasta
1945. Quizás sea tarde.
A
mediados de 1944, los aliados avanzan por el sur de Italia y se
preparan para dar un golpe final a la debilitada Alemania nazi con un
desembarco en Normandía. Unas semanas antes del Día D, una caja sale de
un refrigerador oculto en el norte de Noruega. Los espías americanos e
ingleses, a través de la interceptación de códigos Enigma, siguen la
pista de la caja. Averiguan que transporta barras y el matemático Alan
Turing deduce que solo pueden ser barras de uranio enriquecido. No hay
tiempo que perder. La caja es recogida por un submarino alemán en un
fiordo noruego y la desembarca en el puerto de Hamburgo, donde es
trasladada en tren con material científico hacia Europa del Este, a
escasos kilómetros del frente ruso, y donde los desesperados alemanes
tratan de contener el avance del Ejército Rojo.
Los
aliados sospechan que el material secreto será cargado en una bomba
volante V2, probablemente con rumbo a Londres, lo que sería una
catástrofe de dimensiones desconocidas. Churchill ordena un bombardeo
masivo de todos los aeropuertos que rodean Hamburgo para abortar el plan
criminal de Hitler, conocido en la Cancillería como Operación
Argamedom. Sin embargo, la caja consigue llegar hasta un
hangar del frente. Los científicos abren la caja y montan su pequeño
contenido en una bomba convencional, que introducen en un bombardero
nazi desarrollado en secreto y que se mueve a gran velocidad por
turbinas de reacción. Los pilotos deben usar máscaras de
respiración. El avión sobrevuela territorio enemigo a gran altitud,
para evitar las baterías del frente ruso y los cazas del Ejército Rojo,
en dirección al mar Negro y Ucrania. La tripulación arroja la bomba
sobre la ciudad de Stalingrado y un destello de luz ciega a los pilotos.
Los testigos dicen que un hongo gigante se levanta sobre el
horizonte.Inmediatamente, Churchill convocó al general Ike Eisenhower y
discutió durante toda la noche que posibilidades tenían de resistir un
ataque nuclear a Londres. La RAF lucharía contra cualquier invasión
aérea pero nadie sabía cuantas bombas tenía Alemania ni si lanzarían un
bombadeo masivo con las V-2. Eisenhawer propuso ganar tiempo, pues
Estados Unidos estaba fuera del alcance de las V-2 y pronto tendría su
propia bomba. Lo primero era desalojar Londres y huir al campo.
Churchill estaba ante un dilema porque claudicar supondría la derrota
del mundo libre.Unas horas más tarde, la voz del führer bramó en todas
las radios del continente: "Alemania ha demostrado al mundo el poder de
su arma de destrucción masiva, quien se oponga a los designios del
Tercer Reich será aniquilado, pulverizado, volatilizado, los enemigos
tienen 24 horas para rendirse sin condiciones o serán borrados de la faz
de la Tierra" . Churchil bajó la cabeza apesadumbrado y cruzó la calle
para reunirse en el despacho del Rey, junto al Estado mayor. Había
empezado la era del terror atómico y no veía la forma de parar al
tirano.
Dos
días después, un avión de la Luftware sobrevuela a gran altura el mar
Báltico, gira al Sureste y borra del mapa Moscú tras lanzar una segunda
bomba atómica. Al día siguiente, Stalin, refugiado en lugar secreto y
con graves cicatrices en su cuerpo que revelan que ha sobrevivido
milagrosamente al estallido, anuncia por radio de campaña a todas sus
divisiones que depongan sus armas: “La Gran Guerra Patria ha terminado”.
Los periódicos muestran fotos oficiales de la firma de los papeles de
rendición soviética en una especie de búnker, en el que se ven
respiraderos, puertas con compuertas y literas. Algunos oficiales
alemanes que asistieron a la firma van dotados con máscaras y trajes
especiales. El lugar de la firma de capitulación podría ser un
submarino. Pero no todos aceptan el fin de la contienda.
Por su parte, Churchill ofreció la paz con la conservación de fronteras de 1944. Hitler reclamó el sur de Italia, en poder de los americanos. Sabía que la ocupación de Inglaterra no iba a ser sencilla porque aún estaban acantonados miles de americanos que iban a participar en el desembarco de Normandía. Hubo amenazas de que serían barridos por las bombas volantes V2 cargadas con cabezas nucleares pero pronto quedó claro el peligro que suponía otra explosión tan cerca de las fronteras alemanas. El tratado de paz impuso el pago de unas millonarias indemnizaciones por parte de los vencidos, Francia, Inglaterra y la URSS, como revancha por el tratado de Versalles de 1919. Se les obligó a británicos y franceses a entregar sus colonias, entregar sus flotas y pagar la reconstrucción de las ciudades bombardeadas y conceder todo tipo de ventajas a los productores alemanes, que no dudaban en amenazar con una época de terror nuclear a la más minima contrariedad. Respecto a Estados Unidos, se firmó la paz en Europa. La industria de guerra de la Alemania nazi no estaba preparada para construir portaaviones por lo que tuvo que delegar la guerra en el Pacífico en manos de su aliado Japón. Lo que se jugaba allí era ahora el control de la India y a ello volcó sus esfuerzos el III Reich.
Por su parte, Churchill ofreció la paz con la conservación de fronteras de 1944. Hitler reclamó el sur de Italia, en poder de los americanos. Sabía que la ocupación de Inglaterra no iba a ser sencilla porque aún estaban acantonados miles de americanos que iban a participar en el desembarco de Normandía. Hubo amenazas de que serían barridos por las bombas volantes V2 cargadas con cabezas nucleares pero pronto quedó claro el peligro que suponía otra explosión tan cerca de las fronteras alemanas. El tratado de paz impuso el pago de unas millonarias indemnizaciones por parte de los vencidos, Francia, Inglaterra y la URSS, como revancha por el tratado de Versalles de 1919. Se les obligó a británicos y franceses a entregar sus colonias, entregar sus flotas y pagar la reconstrucción de las ciudades bombardeadas y conceder todo tipo de ventajas a los productores alemanes, que no dudaban en amenazar con una época de terror nuclear a la más minima contrariedad. Respecto a Estados Unidos, se firmó la paz en Europa. La industria de guerra de la Alemania nazi no estaba preparada para construir portaaviones por lo que tuvo que delegar la guerra en el Pacífico en manos de su aliado Japón. Lo que se jugaba allí era ahora el control de la India y a ello volcó sus esfuerzos el III Reich.
El invierno nuclear
Las
Navidades de 1944 y el invierno de 1945 fueron muy duros. Ese año fue
conocido como el del invierno nuclear. Durante el verano, los jerarcas
nazis celebraron su victoria demoledora en Europa gracias al arma
definitiva. Los titulares no dejaban lugar a dudas de cuál iba a ser la
política: "Amos del mundo" o "Terror nuclear, una nueva época". El
fuhrer les había prometido la victoria y había aterrorizado al mundo.
Hubo desfiles y concentraciones de masas hasta el otoño aunque poco
había que celebrar tras la devastación del continente y la pérdida de
millones de soldados en una contienda de casi cinco años. Sin embargo,
algo no iba bien. Los ciudadanos veían como los victoriosos soldados
alemanes que volvían del frente ruso presentaban quemaduras en la piel y
graves lesiones y deformidades. Fue el primer aviso.
La cosa fue a peor. Lo que nadie esperaba es que los vientos del Norte soplasen desde la devastada URSS hacia las ocupadas Polonia y Hungría. Las cenizas radiactivas se extendieron hasta las mismas puertas de Viena y Berlín, afectando a toda la población que quedó en medio. Incluso Hitler se tuvo que refugiar en un búnker de Berlín durante varios meses cuando aparecieron los primeros casos de quemaduras por radiación en la capital. Sus encendidos discursos sobre el terror nuclear que doblegaría a los americanos dejó paso a un gélido silencio.
La cosa fue a peor. Lo que nadie esperaba es que los vientos del Norte soplasen desde la devastada URSS hacia las ocupadas Polonia y Hungría. Las cenizas radiactivas se extendieron hasta las mismas puertas de Viena y Berlín, afectando a toda la población que quedó en medio. Incluso Hitler se tuvo que refugiar en un búnker de Berlín durante varios meses cuando aparecieron los primeros casos de quemaduras por radiación en la capital. Sus encendidos discursos sobre el terror nuclear que doblegaría a los americanos dejó paso a un gélido silencio.
A
partir de 1945, Estados Unidos sacó adelante el Proyecto Manhattan y
mostro al mundo su poder atómico con la destrucción de las ciudades
japonesas de Hiroshima y Nagasaki. Japón se rindió sin condiciones y
así terminó la guerra
en el Pacífico. El mundo quedó dividido en dos bloques armados con la
bomba atómica, por un lado, el desgastado régimen hitleriano y por otro
Estados Unidos. Fue un periodo de tensión y espionaje entre dos bloques
antagonistas, entre un régimen totalitario y otro democrático que no
dudaban en mostrar su poder tecnológico.
Pronto llegaron noticias de los crímenes perpetrados en la zona ocupada. La Cruz Roja recibió las primeras pruebas de la existencia de campos de exterminio nazis y las aireó ante la ONU. La revista norteamericana Life publicó numerosas fotos de lo que había ocurrido durante la guerra en los campos de concentración. Los supervivientes liberados que consiguieron escapar a la neutral Suiza pusieron denuncias ante la corte internacional de Ginebra. Se habló de 6 millones de asesinados entre la población civil, un brutal genocidio de minorías étnicas y prisioneros políticos. El escándalo por tantos asesinatos a sangre fría de ciudadanos indefensos incendió a la clase media y en especial a los creyentes. Un cura polaco, que predicaba en ambientes obreros, fue especialmente crítico y tuvo que huir a Suiza. La propaganda del regimen censuró estas informaciones e hizo lo posible para borrar y negar las evidencias del Holocausto. Ya nadie tenía duda de que vivía en una jaula gobernada por criminales. Poco a poco, los altos cargos implicados en los crímenes de guerra fueron depurados y apartados discretamente de la vida pública o enviados a Sudamérica. La Justicia internacional empezó a buscarlos así como cazarrecompensas o familiares de las víctimas. Otros burócratas fueron cambiados de destino y se restringieron los contratos con empresas que colaboraron. La represión política continuó como siempre pero de forma más discreta.
Las aventuras bélicas se acabaron porque la cancillería había logrado el objetivo de tener grandes territorios para explotar en el Este y colonizarlos. Era su espacio vital y todo el dinero iría destinado a la creación de plantas eléctricas, centrales nucleares y explotación de pozos petrolíferos que generasen tantos megavatios como Estados Unidos. La expansión del Reich se centró en el Este y las ex colonias británicas, cuya joya de la corona era la India. El activista Gandhi tuvo que ocultarse de los servicios secretos alemanes pero muchos de sus seguidores pacifistas fueron internados en campos de concentración. Para evitar una guerra nuclear con Estados Unidos, se aceptó la independencia de la India como mal menor.
Pronto llegaron noticias de los crímenes perpetrados en la zona ocupada. La Cruz Roja recibió las primeras pruebas de la existencia de campos de exterminio nazis y las aireó ante la ONU. La revista norteamericana Life publicó numerosas fotos de lo que había ocurrido durante la guerra en los campos de concentración. Los supervivientes liberados que consiguieron escapar a la neutral Suiza pusieron denuncias ante la corte internacional de Ginebra. Se habló de 6 millones de asesinados entre la población civil, un brutal genocidio de minorías étnicas y prisioneros políticos. El escándalo por tantos asesinatos a sangre fría de ciudadanos indefensos incendió a la clase media y en especial a los creyentes. Un cura polaco, que predicaba en ambientes obreros, fue especialmente crítico y tuvo que huir a Suiza. La propaganda del regimen censuró estas informaciones e hizo lo posible para borrar y negar las evidencias del Holocausto. Ya nadie tenía duda de que vivía en una jaula gobernada por criminales. Poco a poco, los altos cargos implicados en los crímenes de guerra fueron depurados y apartados discretamente de la vida pública o enviados a Sudamérica. La Justicia internacional empezó a buscarlos así como cazarrecompensas o familiares de las víctimas. Otros burócratas fueron cambiados de destino y se restringieron los contratos con empresas que colaboraron. La represión política continuó como siempre pero de forma más discreta.
Las aventuras bélicas se acabaron porque la cancillería había logrado el objetivo de tener grandes territorios para explotar en el Este y colonizarlos. Era su espacio vital y todo el dinero iría destinado a la creación de plantas eléctricas, centrales nucleares y explotación de pozos petrolíferos que generasen tantos megavatios como Estados Unidos. La expansión del Reich se centró en el Este y las ex colonias británicas, cuya joya de la corona era la India. El activista Gandhi tuvo que ocultarse de los servicios secretos alemanes pero muchos de sus seguidores pacifistas fueron internados en campos de concentración. Para evitar una guerra nuclear con Estados Unidos, se aceptó la independencia de la India como mal menor.
En
1963, tras la visita del presidente norteamericano Kennedy, las
autoridades nazis levantaron un muro de protección de varios kilómetros
en medio de Berlín que protegía al mundo occidental de la radiactividad.
Cualquier persona que intentara escalar el muro o escapara de algún
otro modo del área prohibida era abatida por los vigilantes. Así, el
mundo quedó dividido entre los afectados por la radiactividad (lo que
coincidía con los despojos de la URSS y los protectorados nazis en
Europa del Este) y los que se habían salvado. El Reich relanzó su
carrera armamentística en busca de una bomba volante V2 que fuese
intercontinental y alcanzase las costas norteamericanas.
Finales de 1973
Estamos
en 1973. 30 años después. Alemania celebra el 40 aniversario del
ascenso de Hitler al poder como canciller del Reichtag. El mundo sigue
dividido en dos potencias nucleares: Estados Unidos y el Tercer Reich,
cuyo dominio abarca desde la neutral Lisboa hasta las estepas rusas. La
guerra en Europa acabó a finales de 1944, cuando la Inglaterra de
Churchill y la URSS de Stalin, que logró refugiarse con graves lesiones
por la radiactividad en la inexpugnable Siberia, se rindieron sin
condiciones a Hitler. Stalin lo hizo para salvar millones de vidas que
habían huido a Leningrado, la otra gran ciudad rusa y Churchill porque
quería salvar Londres de la destrucción absoluta. El acuerdo final se
saldó con la disolución del Imperio Británico, la creación de la ONU, en
la que habría un consejo de seguridad integrado por Estados Unidos, la
Gran Alemania (prácticamente toda Europa), la derrotada Inglaterra, el
estado satélite alemán de Rusia Blanca, Siberia Soviética Libre y China.
Cada país tenía derecho de veto en el Consejo de la ONU, con lo cual se
evitaban más guerras mundiales devastadoras y sería clave para frenar
un holocausto nuclear que se convirtió en una amenaza constante en los
discursos televisivos del dictador. Por su parte, Stalin falleció en
1953 víctima de sus lesiones por radiactividad.
Ahora,
el fürher es un anciano de casi 90 años que domina Europa gracias a una
red de satélites de comunicaciones que vigilan a los ciudadanos, en su
mayoría obreros que trabajan en miles de fábricas diseminadas por todo
el continente. Las huelgas no existen y reina la paz social. Los países
satélites están obligados a comprar caro a Alemania y vender barato.
Además,
el líder alemán acrecienta su arsenal nuclear en una frenética carrera
armamentística con Estados Unidos. Alejado por un océano al que no
llegaron las bombas volantes V2 de Alemania, el presidente Truman tuvo
tiempo de finalizar el proyecto Manhattan, lo que le permitió disponer
en agosto de 1945 de su propio arsenal nuclear, derrotar a Japón y
destruir el arsenal atómico que los nipones iban a recibir en un
submarino nazi. Truman logró disuadir a Alemania de atacarle ante una
amenaza de destrucción mutua asegurada y ambas superpotencias se
repartieron las áreas de influencia del mundo. China y el Pacífico
quedaron bajo la influencia norteamericana, donde libra sus guerras
locales como Corea o Vietnam para impedir la expansión de la doctrina
soviética. Alemania extiende sus tentáculos por los despojos de Rusia y
las colonias de la Commenweall británica. En el reparto de Europa,
Alemania se quedó con todo Occidente aunque Inglaterra, protegida por
Estados Unidos, sólo cuenta como un estado satélite y no está ocupada,
salvo unas bases estratégicas.
Ambas
superpotencias se hallan desde entonces en un delicado equilibrio al
borde de una guerra nuclear para controlar el petróleo de Oriente Medio,
zona que Hitler planea "limpiar" para habilitar nuevas colonias y
apoderarse de sus recursos tras agotar los pozos de su protectorado del
Cáucaso.
Mientras,
las SS y la Gestapo tienen un nuevo objetivo: perseguir a los
"mutantes", habitantes de la estepa rusa que nacieron con mutaciones por
la radiactividad de la zona y que, según las directrices de la
burocracia del Reich, deben ser internados en campos de especiales por
razones de higiene, para investigación genética y en aras de una mejor
comprensión de la evolución humana. La mayoría padecen graves
discapacidades y son fáciles de localizar y detener, pero un grupo de
cosacos ha sufrido una alteración genética que los ha convertido casi en
superhombres y guerreros excepcionales, herederos de los príncipes de
las praderas rusas. Jamás se someterán a la brutalidad del nuevo orden,
por lo que suponen una amenaza real para la ocupación de Rusia y de la
derrota definitiva del estado libre soviético de Siberia, los últimos
despojos del estalinismo que perviven en Europa.
Las
SS, ahora llamadas oficialmente VolksFreund, Amigos del Pueblo, para
mejorar su dañada imagen tras sus atrocidades de la guerra, tienen otro
problema: los terroristas nucleares. Son grupos de élite de la
resistencia rusa, muchos de ellos científicos y matemáticos rusos que
odian la ocupación extranjera y que han sobrevivido a las continuas
purgas de la élite eslava. Con gran ingenio, han escapado a Siberia y se
han unido a los "mutantes". En su fervor fanático, planean destruir el
mal de raíz con una acción devastadora que costará millones de vidas
inocentes: colocar una mini-bomba nuclear en el centro de Berlín, que se
ha convertido en 1973 en la mayor megalópolis del mundo pese a los
daños causados por el invierno nuclear de 1944 y 1945. Para ello,
terroristas y mutantes son amparados por el estado soviético libre de
Siberia, un reducto que conservó a los grandes científicos de Stalin y
que, gracias a sus ingentes recursos naturales, ha evolucionado hasta
convertirse en un poderoso estado industrial de alta tecnología
armamentística con puños de acero. Los físicos de partículas,
especialmente, están poseídos por un fanatismo vengativo y sueñan con
vengar la destrucción de Moscú. Para ellos, aún no ha acabado la Gran
Guerra Patria y trabajan en un acelerador de partículas para ganar la
batalla final con un arma total y definitiva: la bomba de antimateria,
que desequilibrará la balanza de poder mundial y pondrá de rodillas al
criminal ocupante de Rusia. El primer éxito procede de uno de sus
programas, que ha diseñado una sofisticada mini-bombas atómica capaz de
ser transportada en un maletín. Mutantes y miembros de la resistencia
soviética en los Urales y el Cáucaso son entrenados desde los años 60
para llevar a cabo la acción final: una devastadora cadena de
explosiones en el III Reich que reduzcan a escombros el régimen. Para
trabajar en secreto, los científicos se comunican con mensajes que
envían a través de una red de ordenadores dispersos por toda Europa sin
que nadie sospeche nada.
Las
fuerzas de seguridad también siguen a otro tipo de activistas: los
ecologistas que boicotean las pruebas nucleares nazis en el Cáucaso
para denunciar sus graves efectos contaminantes. Muchos de ellos han
sido enviados a campos de reeducación.
El
nuevo oficial del espionaje alemán, Klauss von Hermat, procede de la
Werchmart, y es un militar profesional que no está ligado al Partido
Único sino que se limita a cumplir órdenes de sus superiores. Pero esta
vez tiene la convicción de que actúa por una causa justa y debe impedir
el ataque para salvar al mundo y evitar una guerra nuclear mundial, una
catástrofe peor que la de 1945 o el brutal ataque terrorista de 1972 en
las Olimpiadas de Munich. Unos pistoleros atacaron a varias delegaciones
y hubo atletas muertos, lo que enfureció al führer por la desastrosa
organización y seguridad. Los asaltantes procedían de Oriente Medio, lo
que atrajo el interés de la SS y la Werchmart. Pronto, esta zona se
convirtió en máxima prioridad para el espionaje y los generales
resucitaron el plan de Rommel, el Zorro del Desierto, héroe de 1944,
para hacerse con todo el Golfo Pérsico en una guerra relámpago, antes de
que Estados Unidos tuviese tiempo a reaccionar.
En
1973, hubo otro atentado que hizo volar por los aires el coche del
almirante que iba a suceder al general Franco, un viejo conocido de
Hitler que dirige la neutral España con puño de hierro desde la guerra.
El mismísimo fürher ha enviado a sus mejores agentes a investigar quién
puede estar detrás del ataque pues el almirante eliminado garantizaba
los intereses alemanes con una línea continuista y ahora la balanza
puede inclinarse para Estados Unidos, que consiguió en 1955 situar bases
militares en ese país, lo que supone que el III Reich queda al alcance
de sus misiles nucleares de alcance medio.
Hermat
encuentra la primera pista sobre los terroristas nucleares en Oriente
Medio, en la turbulenta Estambul, en Turquía, donde gobierna un
protector de las grandes compañías petrolíferas estadounidenses. Sus
informadores y espías de las SS le han informado de que ha entrado por
las carreteras del Cáucaso un ajedrecista siberiano, Olof Krakoff, que
aparentemente va a competir en un mundial. Podría pasar por un turista
en el Gran Bazar de Estambul. Su pasaporte está en regla, no tiene
antecedentes y lo han dejado pasar, pero sometido a una estrecha
vigilancia a pesar de que quiso despistarlos entre el caótico tráfico de
la ciudad. Todos los siberianos son sospechosos para los servicios
secretos alemanes porque, oficialmente, siguen en guerra con el III
Reich desde hace 30 años. Pero Estambul es un apacible lugar neutral y
nadie le molestará. En todo caso, un submarino nuclear alemán se ha
acercado a la costa del Mar Negro con un comando de élite para encontrar
la minibomba y neutralizar a los terroristas. La Gran Alemania no puede
tolerar más incidentes en Oriente Medio ahora que hay rumores de que
los productores de petróleo van a subir los precios del combustible, lo
que arruinaría al Reich. Los ingenieros aún no han puesto a punto los
grandes gasoductos que transportarán gas del Cáucaso a las viviendas de
los obreros europeos.
La
vigilancia de Krakoff se hará discretamente a través del nuevo satélite
de fotografías aéreas que orbita en ese área. Hitler impulsa desde los
años 60 un amplio programa de vigilancia espacial dentro de la carrera
con Estados Unidos, que logró enviar un hombre a la Luna en 1969, algo
que enfureció al dictador por los efectos propagandísticos que tendría
para los amigos de la democracia. En su discurso televisivo de cada
semana, ante las masas del Partido único, el dirigente tildó de “mentira
teatral y comedia de Hollywood” el alunizaje. Aunque a decir verdad,
todos sus súbditos europeos pudieron ver las imágenes retransmitidas en
directo por la televisión.
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